OTRA VEZ SOPA, Y VAN...

Nueva edición del Desayuno de COVIAR y del Agasajo de Vendimia. Con poca presencia de funcionarios nacionales (el Secretario de Agroindustria y el Presidente de la HCD), dos gobernadores (Salta y Jujuy) además del de la provincia anfitriona, Mendoza. Pareció pobre, no sólo por la falta de funcionarios sino también por la carencia de anuncios. 

 

La vitivinicultura argentina sufre embates ajenos y propios desde el 2011. Macro y microeconómicos. Se acumularon cual pila de papeles en el escritorio, problemas de magnitud y con urgencia.

Para ir a los más nuevos, a nivel nacional y extra industria, la inflación acumulada en los últimos tres años fue superior al 150%, lo cual generó que el resto de los problemas se magnificaran.

Dólar retrasado en buena parte de ese período más tasas de interés enormes recrudecieron los inconvenientes. A ello hay que sumar la inflación desde 2010 al 2015 lo que ambientó una falta de competitividad para nuestros productos exportables complicados de sostener. Resultado: pérdida de mercados externos.

La devaluación sufrida desde Mayo de 2018 (alrededor del 100%) alcanzó a oxigenar la competitividad pero a riesgo de perderla por la monumental remarcación en precios de insumos y mano de obra. A su vez conspiró en el poder adquisitivo de la población y resintió, entre otros motivos, la compra de vinos.

Al consultar al economista José Luis Espert, candidato presidencial para las próximas elecciones, acerca de cuales serían las medidas para encauzar la economía, fijo tres metas: “dinamitar la legislación laboral, bajar el gasto público (si hay que despedir empleados públicos, hacerlo, y baja de aranceles a la importación, abrir nuestra economía al mundo (apertura irrestricta al comercio)”

Parece extremista. Pero sin hacerlo de esa manera no vimos mejoría.

El consumo doméstico parece no ser la salida en este momento, está en caída libre. La sangría de clientes del mundo del vino continúa su expansión. A Diciembre del año pasado los valores llegaron a 18,77 litros per cápita por año (Fuente INV). De más está decir, el valor más bajo de la historia.

Las empresas no han sostenido una clara política de imagen, ni con acciones contundentes. Han confundido al consumidor con sus conceptos, desde, la mineralidad” (no hay muchos que conozcan vinos de Borgoña-Francia-) o “la biodinamia (¿Cuántos conocen a Rudolf Steiner y qué significa?) o “la moda son los vinos frescos” (asociado a la acidez o a la cosecha sin madurez, donde aparecen aromas herbales desagradables), cuando no, vinos sin crianza en barricas o con menos madera (aroma volátil que primero descubre, y que le gusta por paladar propio y porque cree ser erudito.

Expresiones que se hablan desde el desconocimiento de los departamentos de comunicación de las grandes empresas o de las agencias de marketing externas. No tienen contacto con el amplio espectro de quienes compran. Solo se guian por lo que calificadores extranjeros escriben en sus informes para los vinos de nuestro país.

Ni hablar de los comercializadores y representantes de bodegas que remarcan como si vivieran en “remarcolandia”, país donde todo precio se aguanta. Muchos, con la a nuencia de grandes bodegas. Parecen  trabajar en contra.

Precios durante tres días a la semana rebajados al 50 o 60% del valor respecto de los cuatro días restantes, tampoco ayuda. Confunde más. No hay precio de referencia. Muy pocas bodegas no entran en ese espiral: Luigi Bosca, Catena Zapata, Rutini y alguna que otra más.

Las campañas comerciales y de difusión no duran ni un mes y medio, sea desde las empresas o de corporaciones.

El presupuesto de la Corporación Vitivinícola para comunicación, es paupérrimo. Pero habría que pensar de que manera aumentar antes que gastarlo.

Todo especialista en marketing sabe que de esa manera es dinero perdido.

Muchas empresas, realmente muchas, con bodega y viñedos o una u otra, tienen “su tachito en el techo”, sinónimo de cartel de venta, razón por la cual muchos ya no invierten. Es difícil para toda la industria, que algunos intenten superar el mal trago y otros abandonen. Sólo algunas pocas han logrado parcial o totalmente salir airosos con sus negociaciones.

Creo que no tomamos cabal dimensión de la crisis.

Todo conspira contra la solución. La falta de un mea culpa, sincero y amplio, de quienes mueven los hilos de las corporaciones o las asociaciones que agrupan a las bodegas.

Mientras los discursos son sólo quejas, pedidos o muestras de deseos, por más énfasis que se ponga no encontraremos la solución. Los pantalones largos nos los pusimos en la década del ’90, pero parece que no queremos salir de la adolescencia.

Propietarios de viñedos que no reconvierten, que no tienen el mínimo atisbo de estudiar que pide el mundo para luego plantar, producir y vender; créditos subsidiados desde el Estado Nacional que sólo sirven para una pequeña porción de los que habría que reconvertir. Poco se podrá hacer.

Viñedos en el Este mendocino con rendimientos de 10/12 qa/ha de uvas cereza o criolla no son rentables.

Además, desde hace unos años, vemos una concentración en las propiedades de los viñedos. Tema preocupante si es que vamos a un modelo diferente al atomizado que nos caracterizó.

Durante la estadía en Mendoza hablamos con Directores del Banco Nación. Nos explicaron que no cuentan con la cantidad de pesos suficiente para tantos créditos y que con tasas de interés tan altas (aún más altas al día de hoy), aunque subsidiadas, poco podrá hacer el productor.

¿No trabajan en equipo con el Banco Central para la diagramación de las políticas económicas del Estado? No tuvimos respuesta.

¿Nos dedicaremos a resurgir el consumo interno o todos nuestros cañones apuntados al mercado externo? Desde la industria no hay idea, y desde el Estado no hay propuesta.

Desde el 2004 hasta hoy el mundo cambió. Pero COVIAR jamás se sentó a modificar el PEVI 2020. Debemos replantear.

Tras cartón, quien debe velar por el fiel cumplimiento de esos lineamientos (COVIAR) está más preocupado por lo coyuntural.

Señores, ¿no es trabajo de las Cámaras o Asociaciones de Bodegueros?.

Consultado al respecto, el Ing. Eduardo Sancho (Presidente de FeCoVitA) nos contó que “a veces la coyuntura arrastra a ocuparnos de cosas más inmediatas, cuando el momento se convierte en algo muy duro, como en este momento, y a pesar de no ser lo más conveniente, nos limita qué se puede hacer”.

Además señaló “que lo que está haciendo la COVIAR puertas adentro no es noticia, pero la estructura ya está trabajando en el nuevo Plan Estratégico, hay reuniones con el INTA para hacer el trabajo que se hizo en 2004, para poder tener un trabajo al 2030, aunque es muy difícil plantear un plan estructural en Argentina”. “Si no hay pautas claras, que bajamos los impuestos pero después los subimos, si vamos a ser un país exportador o no, es muy difícil”. “Empezamos en la construcción del Plan hace tres meses”.

Una expresión de deseos propia, que se fije expresamente cada cuánto tiempo se reverá el Plan, pues el mundo cambia rápidamente y con él las decisiones comerciales que se toman.

Basta ver el salto que desplegaron los vinos a granel y el mosto en los últimos meses. Nuevamente es negocio.

Pero la importancia del valor agregado debe estar ante todo, es una industria que no se debe transformar en una actividad primaria. Los productos fraccionados en sus distintos envases deben ser la vedette.

La vitivinicultura, en su totalidad, da sustento a más de 240.000 familias de  manera directa o indirecta.

 

Implementación de medidas desde Nación y Provincia

Pocos son los logros conseguidos durante el año 2018. Entre ellos, el más significativo fue la casi erradicación de lobesia botrana (polilla de la vid), estimada en un 95%, donde se redujo el costo por hectárea de los u$s 300 iniciales a u$s 70, que abarcó un trabajo en 165.000 hectáreas. El Ministerio de AgroIndustria de la Nación (hoy Secretaría) se hizo eco de la problemática en Diciembre de 2015, y trabajó en el tema de manera profesional junto a la Provincia.

El Estado Nacional redujo las contribuciones patronales para todos aquellos empleados que perciben menos de $ 17.500 (anteriormente era $ 7.000), lo que generará un ahorro para los empleadores de las economías regionales de $ 2.000 por empelado.

También, se incluyó en el Presupuesto Nacional (Ley) la exención del impuesto interno a los vinos espumantes, que aunque estaban eximidos año a año por decreto, la espada de Damocles siempre pendía sobre las bodegas elaboradoras . Ahora la industria posee la certeza de no estar supeditada al humor del funcionario de turno.

El Fondo Anticíclico para los próximos cuatro años aprobado en Febrero de este año por la legislatura provincial (Mendoza) de $ 3.200 millones, implementado a raíz del sobrestock vínico por la caída de ambos mercados (interno y externo), que se arrastra desde las cosechas 2017 y 2018. Ayudará a productores, que venderán su uva para la producción de mosto, para aquellos que exporten vino a granel y asistencia a productores. Apacigua dolencias pasadas.

Y no hubo mucho más, fue realmente exigua la asistencia a viñateros o productores pequeños, donde hubo poco más que la entrega de 48 tractores con “créditos blandos”.

“Tarea para el hogar durante 2019”

 

No se logró revertir la decisión que impuso de retenciones a las exportaciones ($ 3 por dólar exportado). Sólo existe una promesa de quitarlas para el año 2020. ¿Será este mismo gobierno u otro el que haya asumido para la época? ¿Deberemos rezar para que triunfe el actual gobernante para que suceda? ¿Y luego rezar para que cumpla?

Para memoriosos, algunos de los impuestos vigentes nacieron como provisorios.

No se logró tampoco el aumento a los reintegros, al contrario, se redujeron de 6% a 3,25% sobre precios FOB. .

Ni tampoco se obtuvo apoyo político suficiente para la sanción de la ley sobre el uso de jugos de frutas naturales como endulzante de bebidas analcohólicas, Significaría el retiro de entre 50 y 60 mil toneladas de mosto del mercado y el consiguiente bien para la salud.

Hace más de seis años se pelea contra el lobby del maíz y azúcar. .

Y el más importante, y que no tuvo resolución en los tres años del mandato del Presidente Macri. Argentina no posee acuerdos comerciales con ningún país. Ni uno. Para vender vino debemos pagar aranceles que hacen más caro en góndola cada botella.

Poseemos un salvavidas de plomo al formar parte de Mercosur, pues debemos gestionar nuestros acuerdos en bloque y no de manera individual. Tenemos prohibido comercializar productos a granel (vinos o mostos), pero si lo hace Chile a Brasil, que aunque paga aranceles, aumenta sus arcas con menor competencia.

Rivales directos en mercados del mundo nos ganan por no tenerlos.

Los mercados tradicionales, productores de vino, reflejan bajas en el consumo interno, y también están ávidos de vender.

La expansión será lograr “invadir” el Este asiático, pero si no armamos una estrategia, lograr acuerdos, será difícil.

Por otro lado, de acuerdo a un estudio del INV sobre el efecto del valor del dólar en las exportaciones vínicas de Argentina, “hay una variación positiva interanual en los tres últimos meses de 2018, lo cual indicaría que, de mantenerse las condiciones actuales, los volúmenes exportados de vino fraccionado se recuperaría durante el año 2019”. Buen dato para mantener la esperanza.

Conclusión

 

Basta de hablar de años electorales, el año 2018 no lo fue y así y todo trabajaron para armar las listas de 2019.

¿Y de trabajar cuando hablamos?

Otro año sin anuncios, de ninguno de los dos lados. “Otra vez sopa”

No ganamos en salud al reunir a todas las partes, con discursos del dueño de casa sin aceptar errores propios ni plantear posibles soluciones, sólo reiterar el pedido de baja de impuestos que si son asfixiantes y retrógrados.

Las enormes estructuras creadas para el fortalecimiento de la industria y la integración de los pequeños productores parecen no tener éxito.

Sólo una de ellas, Wines of Argentina daría la sensación de tener claro el camino.

Reitero conceptos de años anteriores, debemos armar un equipo con indiscutidos profesionales,  con conocimientos del mundo, que sepan cómo funciona y de alto vuelo, que puedan generar consenso sin banderías políticas ni mezquinas apetencias personales, para que elaboren un trabajo que sirva a la industria como plataforma de despegue del vino argentino. Para la exportación, pero también para nuestros consumidores.

Siempre en el reclamo y el pedido de ayuda, no aprendemos.

De una vez por todas debemos poner manos a la obra.

 

 

Foto 1 y Foto 2: Gentileza COVIAR