Trayectoria y capacidad de trabajo reconocidas, con vinos exitosos.
Y en expansión
Allá por mediados de la década del ’90 probamos por primera vez un vino de bodega, Fabre Montmayou. Un Malbec-Merlot 1991 (80%-20%) que para las regulaciones de la época podía ser considerado varietal.
Cuantos años pasaron desde esa primera cosecha no oficial. Algo realizado especial y exclusivamente para el Club del Vino (hoy desaparecido) de la mano de Cacho Vázquez y Pablo Cabello
Fue la primera aproximación a vinos de la bodega, que impactó en el círculo de quienes buscábamos novedades. Un punto de atención.
Formó parte desde sus inicios del grupo que timoneó el barco para estar acorde a los sabores que el mundo requería, lo que implicó un cambio respecto de los vinos que se conocían hasta ese momento, de colores oxidados y sabores viejos. Fue un paso hacia la modernidad en el mundo del vino
Eran momentos de romanticismo y profundos movimientos en la industria.
La vitivinicultura salía de un largo período de crisis, con una década de acomodamiento y padecimiento. La sucedieron años de renovación tecnológica en bodegas, preparación de viñedos y valoración de aquellos cepajes finos y antiguas plantaciones.
Hasta ese momento era algo inimaginable.
En esos años de reconversión, a principios de los ’90, llegaron las inversiones foráneas y algunos locales se animaron a más.
Hervé Joyaux Fabre fue uno de los primeros extranjeros, de una camada más grande, en apostar y radicarse en Mendoza. Invirtió en viñedos y bodega.
Conocía la actividad pues trabajó en Francia como “negociant” desde su Burdeos natal, la actividad más antigua de la zona.
Bautizado el “francés loco” por comprar viñedos antiguos de Malbec en Vistalba, Luján de Cuyo, Mendoza, a un precio alto para la época, pues priorizó la calidad y el equilibrio natural de las plantas. Nada habitual.
Por aquellos años, 1994/1995, apareció el casi devenido en clásico Fabre Montmayou Reserva Malbec, de etiqueta roja/bordó, fácilmente reconocible y acompañado en la línea por un Cabernet Sauvignon y un Chardonnay.
Luego sólo el Grand Vin, como el vino ícono de la bodega.
Con grandes premios a nivel internacional, este Grand Vin, hizo y hace honor a la procedencia del propietario. Uno de esos vinos elegantes y de guarda de la Argentina.
Más tarde, por el 2002/2003 fue el tiempo de los Gran Reserva, que en sus comienzos no tuvieron la etiqueta blanca de hoy.
No hay que olvidar algunas ediciones especiales, que de tanto en tanto sacó al mercado para beneplácito y sorpresa de aquellos que relevamos góndolas a menudo. Por ejemplo, en caja de madera con tres botellas entrelazadas, salió con marca Trilogie, con distintas variedades. En otra oportunidad contrató a un enólogo portugués (con 100 puntos de Wine Advocate en varias producciones) para elaborar un Malbec-Touriga Nacional.
Y ahora espera para salir con los vinos de parcela, a los que aún no les puso nombre.
Debemos reconocer que fue uno de los primeros que trabajó para la creación de Wines of Argentina, y pregona desde siempre la marca Malbec en el mundo.
Y Malbec argentino.
Entre sus ideas, no descarta la de reinstalar la marca Infinitus en el mercado argentino, uno de los grandes desafíos que lo esperan para el próximo tiempo. Sabe que tiene uno de los mejores Merlot patrios.
Es un bodeguero inquieto, en constante aprendizaje de tendencias y lugares nuevos. Se anticipa para ganar. Tiene claro que el marketing es para otros.
La calidad no necesita del marketing, sólo le interesa como herramienta para “empujar” sus productos.
Clásico pero con innovación. Busca elaborar Cabernet Franc, un varietal que hoy pide el mercado por moda. Tal es el caso, del que tiene en la línea Reserva, de los mejores en relación calidad precio.
Más argentino que muchos de nosotros, planta Torrontés en lugares de altísimo costo inmobiliario. Sueña con el éxito de la cepa argentina en el mundo.
Tiene planes a largo plazo, algo impensado en un empresario argentino.
Se armó de socios para expandir el negocio, tener más de una bodega y producir 4 millones de litros anuales, lo que la transforma en una bodega mediana.
Exporta la ¾ de lo que produce, lo que conlleva un arduo trabajo en el exterior, tanto en Europa como en América del Norte.
A menudo leemos noticias con premios para su bodega o vinos desde el extranjero.
Ahora, su galardón fue al mejor “Red Winemaker del año 2018” por International Wine Challenge (IWC), competencia importante en el mundo si las hay.
Ya no solo medallas para sus marcas de mercado interno o externo, sino a quien dirige, desde sus conocimientos y experiencia, los designios de la bodega y sus vinos.
Bodeguero incansable. Aferrado a la calidad de sus productos. Perseverante. Construyó una marca, Fabre Montmayou.
Su sueño, ser uno de los especialistas de Malbec en el mundo, está cumplido.